jueves, 17 de noviembre de 2011

Sueños que se sueñan hasta hacerse realidad

¡Buen sábado! ¿Qué tal temprano por la mañana? Está un poco nublado, al menos por aquí, pero ya veis como luego se despeja.
Vale... sí, esta forma de empezar una entrada es un "poquillo" extraña. Pero es que... ¡aún no he desayunado! Y qué leches, mis tripas tienen complejo de león. Así que ahora desayunaré, y luego volveré corriendo corriendo, antes de que me manden a estudiar, a hacer la entrada. ¿Estáis de acuerdo? Boeh, lo estéis o no, voy a desayunar. Y ya he vuelto, con sólo un espacio entre desayuno y llenidad barriguil. Mentira, en realidad he tardado media hora. Y pensar que los días de diario en cinco minutos ya he engullido dos vasos de cereales... sí, cereales. Esos cosos que dicen ser de trigo, pero que no se sabe muy bien de qué son. Pero sinceramente, no me apetece nada demasiado sofisticado por la mañana. Sólo algo que me llene hasta la hora de comer porque, cuando me levanto, me sabe la boca a polvo y a almohada babeada. Y es que claro, de tanto babear mi almohada se me queda la boca seca.
Después de esta interesante parrafada sobre desayunos y formas de escribir bizarres, os advierto, mortales, que esta entrada va a ser aún más random que el resto.
Estaba buscando una imagen inspiradora, así, como para abrir el principio de la verdadera entrada. Pero claro, no la encuentro, y claro, no tengo inspiración. Si esto fuese un video blog, me pondría a, qué se yo, dar vueltas en la silla rotatoria, que giiiiira y giiiiiiira pero nunca toria. Pero no lo es. Así que, más o menos, os lo imagináis.
Cada vez pienso más en mi sueño de ser cantante. Siempre, cada día, cada hora, cada minuto, está ahí presente. Pero ahora aún más. 
Cuando ensayo en el taller de musicales, me planto frente al micrófono y la música empieza a sonar. Y antes de cantar, miro a través del micrófono y veo mi público, cuatro chicas de mi edad y mi profesora, en una sala con unos cuantos pupitres y una pizarra blanca al fondo. Entonces, pestañeo durante un instante, dejo que la música recorra mi cuerpo y empiezo a cantar. Me muevo por el escenario, como de si un estadio se tratara. Cuando canto, veo el mundo de una forma distinta; mi corazón late de forma distinta.
A veces, recuerdo un día, una clase de música del colegio, en la que nos propusieron hacer un karaoke de una canción de Amaral, "Toda la noche en la calle". Aún no era de lo mejor cantando, estaba aprendiendo por fin. Y tampoco tenía muy buena autoestima. Sabía que no me iban a recibir bien. Que hiciese lo que hiciese, se reirían de mí. Pero guardaba la esperanza de sorprenderles, de dejarles con la boca abierta. Lo que yo no sabía, o no quería saber, es que en ese entonces era imposible. Mi voz era bonita, pero no estaba entrenada. No sabía qué se debía hacer en un escenario, cómo moverme. No tenía la autoestima, la seguridad, para presentarme ante esos niños que tanto me habían hecho sufrir.
Aun ahora, tres años después, sigo queriendo que me vean en un escenario, en lo alto, con mi música, mi voz, mis logros, los focos. Que se den cuenta de que se equivocaron. Y que, si tienen el morro de decir "Yo iba con ella al colegio", yo declare, bien claro, un: "Y ójala nunca hubieses estado ahí."
Me gusta también guardar momentos, cuando en coro mi voz inunda la voz de los contraltos, mantiene al resto del coro al ritmo, cuando cantamos unos pocos alrededor de un piano de cola, los conciertos imaginarios en mi habitación, los repasos mentales andando hacia la escuela de música, cuando consigo llegar a una nota más aguda que ayer, cuando siento que mi voz inunda los pasillos de la escuela aun estando aisladas las clases.
El otro día, viendo las noticias con mi padre, salió al tema un chaval que sin ser mayor de edad ya había desarrollado un programa (no me acuerdo exactamente de qué iba) que ayudaría a los ordenadores internacionalmente. Y salta él: "Pronto Violeta descubrirá algo y la veremos en las noticias."Algo que enorgullecería a cualquier hija, ¿no? Pues no. Frialdad inmediata y un "No voy a descubrir cosas. No voy a estudiar ciencias." Él es músico, cantante y guitarrista, y no quiere que yo me dedique a la música. Y mi madre no quiere que sea cantante, quiere que estudie algo o haga algo que no sea la música. No me toman en serio, no creen que vaya a ser cantante. Me ven como científica. ¡Ja! A mí las ciencias me interesan. Pero para dedicarme a algo el resto de mi vida, me tiene que apasionar. Y eso es algo que sólo consigue el canto. Si me quedara muda... me gustaría ser escritora, o dibujante/pintora/comoseaquesellameahora. Igualmente, no pienso morirme sin ver un libro mío publicado. Con mis dibujos soy feliz simplemente con que me llamen si hay que dibujar algo o regalárselos a la gente que quiero. Pero claro. Tendré que estudiar algo además de cantar, aunque no sé el qué. Quizás me vuelva como mi profesor de lengua, que me temo que lo suyo es escribir.
Aunque cueste, aunque me quede sin voz, aunque tenga que aguantar las típicas burlas de la gente que no tiene ni derecho a enterarse de mi sueño, aunque haya pocas (o sólo una persona) que al confiárselo me diga simplemente: "hazlo", algún día veré, a través del micrófono, gente voceando mi nombre, coreando mis canciones, el fin del escenario y la luz de los focos abrasándome.

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