lunes, 16 de enero de 2012

Debate interior en la historia de todo héroe, sin héroe.

Y si pudiéramos ser algo más
que polvo y energía;
la luz de dos estrellas extinguidas.
- "Hoy es el principio del final", Amaral.
Últimamente me pregunto dónde empieza exactamente la línea entre el bien y mal. Y esto suena mucho al típico debate interior que tiene todo héroe en cierto momento de la película o el libro, y seguramente no muy serio, pero... verdaderamente es una duda que tengo.
Mis amigos y conocidos me ven como "el corderito que camina al lado de Dios", buenecita, nunca haciendo grandes bromas... pero a veces creo que verdaderamente es porque ellos tienen colocada la línea en otro lugar, mucho después que yo. Eso me hace pasar malos ratos. Lo que para ellos es simplemente una broma, un comentario burlón, me puede llegar a hacer mucho, mucho daño. Si me enfado, aunque sea sólo un poco, consideran que me quejo demasiado. Si no me enfado y me lo guardo para mí a las seis bromas habré hecho una bola peor que la de las luces del árbol de Navidad en diciembre.
A raíz de esto, he empezado a dejar pasar bromas, tonterías que verdaderamente me molestaban que han empezado a no hacerlo tanto. Pero también he empezado a hacer comentarios de los que al momento me arrepiento, bromas y burlados a los que luego compadezco. Me río de la forma de hablar de aquella chica, de la desgracia de aquel, "oh, mira, ése lleva un abrigo de chica" y comentarios que yo he sufrido, que río o incluso digo. Y me odio. A veces tan sólo por un instante, otras veces cinco minutos después. Un par de horas, la espera al autobús. Un día entero. Una noche de insomnio.
Sé cuánto duelen, sé que una vez escuchados una vez no dejas de mirar atrás, intentar escuchar los cuchicheos a tu alrededor y entenderlos como críticas aunque hablen sobre lo sucio que está el cristal. No atreverte ni a caminar, por miedo a que alguien le divierta tu forma de caminar; piernas demasiado largas o demasiado cortas, pelo muy lacio o muy rizado, ojos azules pero tan azules que asustan. Me criticarán, me gastarán bromas pesadas, comentarán cosas que hago que a mí o me den igual o hasta me gusten. No sé cómo evitar esos comentarios que ni si quiera llego a pensar, pero yo no quiero hacerle eso a nadie. Nadie lo merece, es como si cerrasen un puño alrededor de tu cuello, que resulta no ser tu cuello, sino tu vida, que cae en un agujero del que es muy, muy difícil salir.

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