lunes, 4 de junio de 2012

Ínfima solicitud

Solicito un cambio en mi cartilla de nacimiento. No es nada demasiado complicado, ni edad ni sexo ni nacionalidad, que tan difícil parece y tantas ganas tienen todos de cambiarla. No, nada de eso. Quiero cambiar mi día de nacimiento. No hay mucha diferencia, sólo un par de pares de días. Un traslado de mi cumpleaños del seis de junio al diez.
Mientras leéis esto, pensaréis: ¿otra vez dando la nota? ¿No le valía con tener miedo a los delfines, también tiene que querer que falte más para su cumpleaños? He pasado un tiempo sin escribir, más de miedo mes, un medio mes que me parece una eternidad teniendo en cuenta lo lejana que veo la última entrada. No creáis que he estado muy ocupada, que he tenido muchos exámenes que estudiar y trabajos que entregar y que por eso se me ha pasado así el tiempo. No. Para nada. Es más, últimamente los días se me pasan lentamente, como una tortura silenciosa. Aunque todo hay que decirlo, los fines de semana están aparte.
Pero es que estoy harta. Harta de todos esos adolescentes en el instituto, que se creen el centro del mundo, que lo saben todo y que tienen más derecho que nadie a juzgar a los demás y que no piensan más allá de esa ridícula pirámide social que se han inventado, tan parecida a la Edad Media. Harta de ir a clase y no hacer nada por culpa de cuatro idiotas. Harta de todas esas personas que dicen apreciarme, quererme, ser mis amigos y a los que no les importo una mierda. Harta de llorar. Harta de no llorar con tal de que no me pregunten. Harta de que mi madre crea saberlo todo y no escuche ni intente comprender. Harta de tener la maldita amenaza de mi padre cada día, de encontrármelo al volver de clase. Harta de desconfiar de la gente, harta de confiar en los que he confiado. Harta de no poder dedicar mi tiempo a lo que me gusta. Harta de estar absolutamente perdida y no tener nada claro. Y, por encima de todo, harta de mí misma. Porque tengo la autoestima por los suelos, y por eso me odio aún más y mi autoestima va a peor.
Desde hace una semana, más o menos, lo único que verdaderamente me hace sentir bien es la música, cantar. Me pasaría los días en la escuela de música ensayando, mejorando, o simplemente cantando. Pero no. Yo, la alumna a la que todos los profesores adoran, a la que cubren de flores, la que tan bien amueblada tiene la cabeza, estoy harta de estudiar. No quiero estudiar, no así. No quiero tragarme siete horas de clases que ya ni si quiera son clases con gente a la que no aguanto y sin aprender nada. Hay montones de cosas que estudio en el instituto de las que me gustaría saberlo todo. Pero claro, hay un calendario, veinticuatro alumnos, gente sin ganas de hacer nada, cansancio y miles de apuntes que aprender de memoria. Decidme, ¿para qué sirve eso? Aprenderse cosas de memoria y después vomitarlas en un examen. O aprenderse mapas y mapas y mapas, físicos y políticos, sin ganas de viajar y descubrir el mundo. Estudiar Historia de la Música sin escuchar la música que hizo historia. Aprender de memoria qué líneas trazar y qué colores usar, pero nunca usándolos. No culpo a los profesores, es más, los que tengo yo, por lo menos, saben muchísimo. Pero nunca hay tiempo para que nosotros aprendamos nada excepto lo que se utilizará más tarde. Estamos en la Edad del Sentido Práctico. Pero para mí el sentido práctico no tiene sentido.
¿Recordáis mi teoría de la mesa? Pues bien. La mía hace tiempo que se derrumbó. Pérdida de los amigos, y con esto darme cuenta de que todos los recuerdos eran acciones y poco más que mentiras. Corazón roto. Abandono. Dudas existenciales. Soledad. ¿Y qué queda? La música, que además mete todo lo malo en el bolso de Mary Poppins y lo saca convertido en sentimientos en forma de sonido.
Me cuesta sonreír, me cuesta reír. Me cuesta escuchar a los que ya me he dado cuenta de que son amigos de quita y pon sin pensar en desaparecer de una vez.
Lo que quiero decir con todo esto es que no quiero cumplir años así. No quiero cumplir década y media habiendo llorando la noche anterior, sin ganas de que nadie me felicite, esperando a que "él" venga a felicitarme, temiendo que llame mi padre o incluso que venga, teniendo que ir a clase, teniendo que afrontar un examen de física y química con ese profesor que no me entiende lo más mínimo, teniendo que ver a todas esas personas que con cuatro frases tan cotidianas para ellos me enfurecen. Las personas que me quieren las cuento con los dedos de las manos. Las que lucharían verdaderamente por mí ni si quiera las sé contar. 
No quiero cumplir años así. No quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Chollooo!
Chollooo! Hey, tú, ven!
Sí, tú. Aquí, aquí!
Mira, vamos a hacer una cosa. Tú me escribes un comentario, y yo te doy una galleta RECUBIERTA DE CHOCOLATE!
Buen trato, eh? Entonces, aceptas? Sí, sí, muy bien.
Toma tu galleta. Vuelve prontoooo!
http://www.teacakebakeshop.com/images/catalog/live/imageLibrary/4DBCBE14151758531461881C850206CAM.jpg