martes, 1 de mayo de 2012

Autorretrato

Aún soy un ensayo de persona; estoy cubierta por andamios, que a su vez están cubiertos por anuncios publicitarios de alguna marca de moda. Intento ser sincera, decir lo que siento y lo que pienso, pero me cuesta mucho y a menudo duele. Me hace revelar mis debilidades y llorar. Soy muy llorona, soy un piscifactoría de lágrimas donde fácilmente se podrían criar salmones. Lloro de tristeza, de desesperación, de alegría, de risa, cuando leo un libro, cuando veo una película, cuando escucho una historia, y cuando veo a alguien llorar. Extraña cualidad, igual que yo. Sé que todos somos extraños, distintos, y que eso es maravilloso y no se debe esconder. Pero a menudo pienso que soy demasiado extraña o que destaco demasiado. Estoy cansada de que me miren como a un bicho raro. En realidad sólo destaco de esa forma. Me acuerdo de todas las personas con las que intercambio un par de palabras, comparto pasillo o simplemente me cruzo por la calle. Sin embargo, nadie parece acordarse de mí. Nunca. Soy ambiciosa, a menudo demasiado. Me avergüenzo y preocupo si soy el centro de algo, pero al mismo tiempo una parte de mí da un salto de alegría. No tengo seguridad ninguna, ni en mí misma ni en el resto del mundo. Me odio. El resto del mundo o me aterra o lo adoro, pero nunca lo odio. Sin embargo no sé confiar en nadie. No puedo. Antes sí podía, pero me despedazaron y al intentar reconstruirme se perdieron muchas cosas, entre ellas la confianza. Soy muy miedosa también. Mi mayor miedo es la soledad, el resto vienen solos. No me asusta cruzar un pasillo oscuro al caer la noche o quedarme sola en casa, pero sí quedarme a oscuras bajo el edredón por la noche antes de dormir, a solas con mis pensamientos. Pienso demasiado. En inglés existe un sustantivo y adjetivo: overthinker. En español no. Pero aun siendo en otro idioma me describe a la perfección. De cualquier detalle imagino miles de situaciones diferentes, pienso, repienso y vuelvo a pensar, como mi propia tortura. A menudo desearía poner en off mis pensamientos. Pero no puedo. Hace tiempo que ni si quiera la música les calla. Soy soñadora, me gusta imaginar el "¿y si...?". Me emociono enamorándome de extraños que me cruzo en la calle, en la escuela de música, en el parque. A menudo me pierdo en mi imaginación y mis pensamientos, y me es difícil bajar al mundo real, casi imposible. Hay veces en las que mis sueños son mejores que la realidad, más felices, más luminosos. Soy fácil de entristecer. Hubo un tiempo en el que era optimista, pero eso ya pasó. Ahora sólo intento ver la realidad. Pero cada vez me gusta menos. Este año pasado empezaron a gustarme las ciudades, pero estos últimos días me he dado cuenta de que no sólo el aire está contaminado en la ciudad, sino también las personas. Además en la ciudad no se ven las estrellas. Me gustaría encontrar a alguien a quien le guste tanto mirar las estrellas como a mí. Y enamorarme y que él se enamorase de mí. Soy una eterna romántica y enamorada del amor. Quiero demasiado, demasiado en cantidad y demasiado en corto tiempo. Soy el tipo de persona que necesita que cuiden de ella a tiempo completo, pero está visto que nadie quiere. Ni si quiera mi madre o mi padre. No creo en la familia, ni que yo haya tenido la culpa de no importarles. Puede que sí de que no me conozcan. Pero la mayor parte de mi mal humor viene de ahí. Y si explotase sería mucho peor. Me enfado mucho, grito mucho, lloro mucho y soy silenciosa y no hablo si creo que no me van a entender. Me duele mucho cuando no me entienden y no intento explicarlo. Me preocupo por los demás, pero si hay algo que me pueda afectar, soy una egoísta. No me convierto en egoísta, lo soy. Soy una idiota egoísta y egocéntrica. Soy una mala persona, aunque todos digan lo contrario. Hago daño a los que quiero si no estoy de humor, y no intento contenerme. Odio y adoro estar sola. Cuando lo estoy, pienso con claridad, lloro sin aguantarme, me hago un ovillo bajo una manta y veo películas, anime, escribo mentalmente una historia aleatoria, miro fotos... me encanta mirar fotos. Son como una ventana a otras vidas, otros pensamientos, otros lugares, otros recuerdos. Tengo un talento innato para el dibujo, pero nunca creo que sea suficiente para nada. No sé si me gustaría dedicarme a eso o no, pero creo que no, simplemente por llevar la contraria a todos esos que me decían que iba a ser una gran pintora y me pedían dibujos y decían cosas como que en unos años los venderían por millones. Sé que exageran, pero también que la facilidad que tengo para entender las líneas no es común, y me siento culpable por desaprovecharla. Lo que verdaderamente me llena y me hace feliz es cantar. Me pasaría los días cantando. Moriría feliz si pasase todos los días de mi vida cantando, y me gustaría dedicarme a ello. Pero tengo miedo al mundo y a lo difícil que es triunfar así en él. El mundo es muy triste, muy grande y pequeño a la vez, incomprensible y maravilloso, pero duele tanto... hay días en los que imagino que dejo de querer tanto a la gente, que dejo de prestarle atención. Y sé que no podría, pero que quizás si lo consiguiera sería feliz. Pero también me pregunto si podré sobrevivir al mundo, y no lo sé. Sueño con el futuro, con las cosas buenas, pero también con la no tan lejana vejez, y me pregunto si habré hecho todo eso que quería hacer, si me arrepentiré de no haber hecho ciertas cosas. Tengo miedo a que mi vida pase como una bicicleta cuesta abajo, sin frenos, y que de pronto un día encuentre que me muero. Y que después, no vuelva a sentir nada. No me imagino el después, porque en ese después yo ya no estaré, no sentiré ni pensaré nada. Mientras tanto, echo de menos cuando aún no llegaba a ver qué había encima de la encimera de la cocina y llevaba zapatitos rojos, y me daba igual mi reflejo en el espejo. Creo que, cuando dejas de creer en la magia, el resto de tus esperanzas caen una por una, como en efecto dominó. Te das cuenta de que eres cobarde, de que nunca tendrás una aventura de la que seas tú la heroína, que nunca recorrerás America Latina en moto como Che Guevara. Que viajarás en avión, viajes eficientes y seguros, sin arriesgarte ni sentir demasiado. Harás turismo, verás unos cuantos monumentos, y aun así no entenderás el lugar en sí. No crearás recuerdos porque no eres más que un turista, alguien que va unos días y seguramente nunca vuelva. Me gustaría borrar todo esto. Todos estos pensamientos, estas conclusiones, borrarme a mí misma y volver a dibujarme. No me gustan los libros de adultos; no te hacen soñar. Tampoco los de adolescentes; lo escriben adultos que no te toman en serio, que consideran que todo lo que te pasa ahora se irá al volverte adulto. Me gustaría volver a leer libros de niños, pero ya no los entiendo. Ya no sé soñar realmente. Tenía miedo de crecer, y lo sigo teniendo, pero también de haber crecido, porque lo he hecho. ¿Crecer antes no era un sueño? "¿Y tú qué quieres ser de mayor?". Era una aventura. Y ahora, al elegir verdaderamente, te encuentras con que nada es lo que esperabas y todo son exámenes, créditos, títulos, asignaturas que no te interesan y un trabajo que ni si quiera sabes si encontrarás. Estoy desesperanzada. Pero creo acertar si digo que yo no soy así. Estoy enamorada. Horriblemente. Pero nunca se correspondió y nunca se corresponderá, aunque yo nunca lo acepte ni lo aceptaré y una parte de mí esté siempre esperando. Me he dado cuenta de que los amigos a mi edad no se cuentan con los dedos de las manos, sino que tienes suerte si usas una de las manos. No sé si creo en el concepto de amistad. Espero que sí.
Podría seguir así millones de palabras más. Pero son las doce, y me apetece intentar ver las estrellas antes de dormir. Soy un desastre de persona y, como un gato abandonado en un cubo de basura, estoy esperando a que alguien venga y cuide de mí. Aunque no sé quién querría. Soy un gato distante, malhumorado y llorón, y no muy bonito. Insoportable. Supongo que, si alguien me quiere, sabré que me debe de querer mucho para soportarme.

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